Reflejo de un reflejo
Suelo pensar que vivo en un constante reflejo dentro de otro reflejo. Me veo, invertido en un mundo donde mis acciones son ajenas a mí, actúo pensando en todo y en nada, haciendo lo que creo que es correcto, porque se supone que es lo correcto, y me siento bien, porque es lo correcto y así lo hago. Y así en bucle. Me muevo en la cama, giro, me retuerzo, me doy la vuelta, me levanto y me acuesto. Pero no lo entiendo. Madrugo sin querer para poder disfrutar de los maravillosos colores del alba y del silencio, sobre todo del silencio. Vuelvo a dormirme, y más me muevo, y si quizá sueño, sueño contigo. Cuando me despierto me enfado, porque te has ido, del único sitio en el que podía verte. Y pienso en qué hemos hecho, como si fuese real, como si el día tuviese algo mejor que ofrecerme y pudiese por fin verte. Pero no puedo. Y acepto que será así todo el tiempo, ese que pasa y no te veo. Hago todo lo que se supone que debo hacer: comer, trabajar, hablar, moverme… Pero aún