Olvidarlo, recordarlo.



Pensé que lo había olvidado. Porque todo era igual...

Sentir que das vueltas en círculos. Desgastando los zapatos. Tropezando con tus propios pies. Recogiendo las piedras que esquivas porque has caído por ellas cientos de veces. Todo parece avanzar a otro ritmo. Tú y tus pensamientos. Y acabas viendo la belleza de lo más absurdo, deteniéndote a observar como el mundo corre una carrera de fondo, mientras tu solo sigues soñando con echar a volar. Lejos del suelo. Lejos de la normalidad. Lejos de la frustración, de los pensamientos recurrentes, ocultando siempre lo que sientes. 

Estando al borde del abismo, disfrutando de las vistas, porque sí. Porque estás ahí. Tirando todas las piedras que encontraste, dejándolas caer. Pensando en cómo sería saltar detrás. A dónde irían a parar. Los pies colgando por el borde, como un día cualquiera. Y algo cambia. El viento, la marea... No sabría decir el qué, tampoco el porqué. 

Se oye música. La que antes parecía solo ruido, solo una molestia. Y cada matiz, se acerca, te envuelve. Te asomas al muro, con el que antes te dabas de cabezazos. Sientes curiosidad, porque eres así. Algo extraño. Algo nuevo. Algo. 

Y qué bonito es el mar, cuando lo miras romper. Cuando te pierdes mirando el horizonte. Deleitándote con la suavidad del ritmo que se te había perdido. Con las ganas de cerrar los ojos, porque puedes volver a volar. Caminando aun en círculos, pero feliz. Porque hay que tener paciencia. Todo llegará. 

Pensé que lo había olvidado. Pero no, aun recuerdo como sonreír.


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