Cuando sucede









Estaba medio despeinada, con unos trapos que me había puesto por comodidad, con la copa en la mano, sentada en una de las mesas de la calle desierta, oyendo la música que emanaba de dentro del local, y exhalando mis ganas de dejar de fingir que todo estaba bien. Piensas en todo, en nada, en la mala o buena suerte, en cómo pasa el tiempo... Y es ahí, cuando todo sucede sin plantearlo. 


No era la primera vez que me enamoraba de alguien a primera vista. Pero mi error siempre es enamorarme de la vida. Enamorarme de la ilusión. Enamorarme de mis ganas de vivir reflejadas en alguien más allá de mí. ¿Volvería a errar? ¿Volvería a intentar encontrar el amor en lo que solo debía ser una amistad? Debí haber aprendido. Pero ahí estaba otra vez. Despeinada y con mi actitud de fuerte puesta sobre los hombros, mal colocada y sin tiempo de pensar si aquello estaba bien o mal. 


Puede decirse que cuando apareció sentí caer, y no dejé de sentirlo durante mucho tiempo. Mi corazón se aceleró, porque era evidente que la luna me había regalado el mejor de sus luces para aquella noche. Y no el sol. Esa sensación de abandono, de incomodidad con la vida desapareció. Y era la noche y no el día la que me trajo de nuevo la alegría. Porque eras como un ángel camuflado. Y me gusta recordar esa sensación. De tenerlo todo bajo control, y perder el sentido de la cordura en menos de lo que dura un instante. 


Déjame levantarme, parecer entera y saludar, porque creo que quiero enamorarme. Enamorarme de aquellos ojos verdes, aquellos ojos inquietos pero tranquilos, llenos de curiosidad, como los míos. Y estabas tan perfecto, ahí quieto por un segundo mientras te besaba. Respirar tu olor, y teletransportarme. Eras más de lo que pensaba encontrarme jamás. Ya no importaba quien estuviera al rededor, porque para mí nos habíamos quedado solos. Solos con la incomodidad, lo desconocido y la hermosura de la coincidencia. Malditas coincidencias, que se me aparecen siempre de noche. 


Tenía claro que solo era una estúpida, pensando que podría conseguirte. ¿Solo estabas jugando? ¿Solo estabas siendo medianamente correcto? Me daba igual. Y no sabía si por el alcohol, no el de aquella noche, sino el de muchas atrás, me jugaba una mala pasada. Pero quería besarte. Y tú, me miraste con esa cara que dice 'me gustas', en silencio. Me cogiste suave del brazo y me llevaste a la calle, donde no había nadie más que tú y yo, y esas ganas de sentir nuestros labios unidos. Maravillosa sensación la de electricidad de tu boca cerca de la mía. Algo dentro de mí nació, no despertó, porque era tan maravilloso que no podría describirlo. Como auroras boreales dentro de mi. Como destellos de luz, de silencio, de paz, de esa bendita sensación de caer. 


Pero no lo hice, no dejé que pasara. No quería equivocarme de nuevo. Y sí, fue ahí, cuando todo sucedió sin plantearlo. Y por primera vez, rechazar algo, fue la mejor decisión que había tomado en mucho tiempo.


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