La niña








 La niña pequeña corrió hacia ella. Se agarró fuerte a sus piernas y sollozó contra su vestido rojo. Sin hacerse la pregunta ya sabía la respuesta. Cogió a la niña en brazos y con ternura la acunó entre sus brazos. Se aferraba a su peluche tan fuerte que tan solo se veía una cadenita donde ponía 'Luie'.

Después de un rato la niña seguía llorando. Ni las canciones, ni el balanceo, ni las caricias contenían ni por un segundo las lágrimas. Y su carita cada vez se volvía más roja, más bonita y más amarga.

La niña, tras horas se quedó casi dormida. Soltó el peluche y este cayó al suelo junto a su bracito colgando. Ella la cogió de la mano y la hizo caminar hasta la cama. La pequeña ya estaba más tranquila, y con su pijama y la cara lavada, parecía una pequeña muñeca a punto de romperse.

Ella no sabía qué la había ocurrido a la niña, pero la metió en la cama y cerró la puerta cuando salió de la habitación. Se sentó junto al fuego y escuchó como las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el cristal.

Los niños son inocentes, vulnerables y manejables. A veces la mayor tontería los puede hacer llorar durante horas, los puede destrozar y hacerles sufrir de verdad. Las promesas rotas, los movimientos en falso, las sorpresas frustradas, los recuerdos que se tornan grises... A veces sacan al niño que vive en nosotros, y a veces lloramos por dentro porque simplemente lo necesitamos.

La gente no es justa, la gente es egoísta, la gente no te devuelve todo lo que tu das, la gente es cobarde e insegura, la gente son, a menudo, monstruos que parecían principes. La gente quizá, si sea como dijo Hobbes, mala por naturaleza.

Ella se quedaba dormida pensando en la teoría, la que no se parecía a la práctica, mientras el último relleno del peluche ardía entre las llamas.

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