Otro adiós




Hace nada estaba estaba hablándoos de la FELICIDAD. Me he sentido tan especial estos días que aun no puedo asimilarlo. Me he sentido completa. Respirar tranquila porque tenia a la vista todo lo que necesitaba. 

Eso nos pasa a veces, si. Y como si lo hubiera predicho en el anterior escrito, pasando de un momento muy feliz a uno muy amargo, esta misma mañana. 
Me he levantado, feliz, increíblemente feliz. Bajé a decirles a mis hermanos que no dieran golpes que mi hermana aun dormía. Y lo primero que me ha dicho uno de ellos es que nuestra perra, Cala, había muerto la noche anterior pero que no me habían dicho nada por no estropearme el día de graduación. Mi primera reacción fue ir a darle un tortazo en la cara por intentar gastarme una broma. Pero me quedé allí clavada en el suelo, mientras un pitido empezaba a taponarme los oídos. Salí corriendo escaleras abajo, tiré lo que llevaba en las manos, y aun en pijama y descalza salí para buscar a la perra. Vacío. 

Recuerdo el día que apareció por sorpresa tras la puerta del merendero que abrió mi abuela, después de haber cenado allí con la familia. Esa pequeña mata de pelo blanco y unos ojos brillantes llenos de energía. Que se convertiría en la nueva guardiana de la casa. La pusimos Cala como la madre de Tarzán en la película de dibujos. Creciste y pesabas casi como yo. Eras puro nervio. Amante de la comida. Protectora. Cariñosa. Con carácter. Preciosa. Buena amiga. Parte de la familia.  Y ahora. Vacío.

¿Quién me va a acompañar ahora a tirar la basura,  pequeña? ¿Quién me avisará cuando me vengan a buscar a casa? ¿quien se tumbará a mi lado en el jardín para tomar el sol? ¿a quien podré abrazar cuando me sienta sola como lo hacia contigo? ¿con quien me podré sentir mas acompañada que contigo estando en silencio? ¿a quien veré ahora descansar sobre la acera de casa? ¿Quien me acompañará hasta la puerta cuando vuelvo a altas horas de la noche sin reñirme? 

Se me ha caído el mundo en un instante. Un puñetazo en la cara y otro en el corazón. Esperaba salir por la puerta como una loca y verte tumbada, que giraras la cabeza para mirarme, te levantaras para que te acariciara o simplemente no estuvieras de humor y siguieras reposando. Ver que todo estaba bien.  Pero no. Todo vacío.

Eras mi pequeña grandona. No he sido la mejor dueña, quizá. Pero eras parte de mi familia. Siempre estarás en mi corazón. Ya veis, ahora de lo que hablo es de TRISTEZA. Me alivia un poquito pensar que me despedí de ti. Me senté en el suelo y te abracé, me miraste raro pero me aceptaste sin rechistar. En ese momento no pensé que sería la última vez que estaríamos juntas... Lo último que quisiera decirte es que por favor, protejas a guelita como nos protegiste a nosotros. Adiós pequeña. 




Gracias.

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