Una reverencia a la vida

No me siento guapa, ni feliz. Me siento práctica y manipuladoramente capaz de participar en una guerra teniendo, incluso, todas las de perder con tal de defender mis ideales, como sí en mi ADN estuviera integrado, por mis venas corre la rabia y la valentía de poder enfrentarme a lo que venga.


La felicidad no viene de ser guapa, ni siendo guapa eres totalmente feliz. Creo en las personas, creo en mi poder para, cada día, poner una sonrisa por oscuras que sean las provisiones.

Persigo mis sueños, y quién me quiere bien sabe que aunque me duela, yo siempre sigo adelante. Quizá por unos momentos hable mi orgullo y mi furia más interna, luego posiblemente me deprima un poco, pero no tardo en sacar la cabeza y respirar aire fresco dirigiendo mis prioridades momentaneas.

Poco a poco voy dando forma a está exigente personalidad. Porqué nadie jamás puede asegurar que los valores morales no sean importantes en toda persona, y que la apariencia, según mi forma de verla, es como un teatro donde cada día se debe ensayar y representar lo que muchas veces no nos apetece y no queremos ser.

Padezco un trastorno de personalidad múltiple, al que otros llaman " saber estar" y con el tiempo me doy cuenta de que es lo más práctico que puede tener una persona. La adaptación al medio es, sin duda alguna, lo más complicado de conseguir en esta variable sociedad.


Posiblemente algún día me sienta guapa y logré ser feliz, mientras tanto, una sonrisa y una reverencia a este crítico público que me rodea.





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